sábado, 17 de noviembre de 2007

Continuación ......"Sobre la melancolía"


Freud.

Duelo y melancolía.

“La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado
de animo profundamente doloroso, una cesación del
interés por el mundo exterior, la perdida de la
capacidad de amar, la inhibición de todas
las funciones, y la disminución
del amor propio”[1].

Para este autor existen dos elementos claves, por un lado, el abandono del objeto, y por el otro, el retiro de si mismo en la imagen contemplativa del “yo”. Las personas melancólicas serian aquellas que retiran su libido de un objeto, al no poder sustituirlo aumenta su sensibilidad. Así mismo, la libido que es retraída del “yo” es volcada sobre el mismo, lo que genera modalidades de identificación con el objeto perdido.

El duelo es la participación del sujeto en la verdad irremediable de la perdida. Hacer parte de la perdida nos conlleva a la posibilidad de una sustitución. El duelo es un juego de representación de la perdida, lo que se hace por medio del duelo es sustituir la perdida.

El momento en que perdemos el objeto es el momento del duelo, este último es anterior al estado melancólico, pero es el puente que desencadena la patología, este autor describe el duelo como “el examen de la realidad [que] ha mostrado que el objeto amado no existe ya, y demanda que la libido abandone todas sus relaciones con el mismo”[2].

El “Yo” reacciona a la perdida como abandono, y no como perdida. La melancolía es la relación con la perdida que “se abraza” al objeto que le ha producido el daño. El melancólico incorpora, y no sustituye la perdida – llevándolo así a la identificación con lo perdido, y la decoración del otro. El melancólico repite ante el otro aquello que no soporta, aquello del objeto de abandono. En la melancolía el sujeto esta caído en la muerte, porque, esta privado de la relación del otro.

Cuando la memoria es excesiva ya no se depende del objeto – que por ejemplo – en rigor odio – u odiemos -, sino que, al odiarlo nos identificamos con él. Esto provoca que el “Yo” incorpore las cualidades de esta relación, es decir, del duelo, y por consiguiente, el reproche surge como algo que nuestro “Yo” produce.

Debemos tener en cuenta que la perdida es lo central, pues, conlleva al duelo y luego a la melancolía, pero hay una diferencia entre duelo y melancolía que este autor zanjará afirmando que “la perdida, causa de la melancolía, es conocida al enfermo, el cual sabe a “quien” ha perdido, pero no lo que con él ha perdido. De este modo, nos veríamos impulsados a relacionar la melancolía con una perdida de objeto substraída a la conciencia, diferenciándose así de[l] la aflicción [duelo], en la [el] cual, nada de lo que respecta a la perdida es inconsciente”[3].

Hasta ahora podemos distinguir dos momentos:

La sombra del objeto cae sobre el Yo debido a la perdida del objeto con el cual se identifica el Yo.
el destino del Yo esta marcado por el objeto, esto nos permite la resolución del conflicto, es decir, se repite la perversión del objeto dentro del Yo.

Al caer el odio sobre el “Yo”, lo que este último, encontrara o entenderá por amor, es el placer de hacer sufrir. Freud afirma “que el paciente ha sufrido la perdida de un objeto, pero de sus manifestaciones inferimos que la perdida ha tenido efecto en su propio Yo”[4]. Sin embargo, la patología del melancólico es la producción del placer a través de la producción de sufrimiento sobre el otro, incluso se llega a la configuración de las tendencias sadomasoquistas, al respecto se puede afirmar que:

“De este modo, la carga erótica [libido narcisista] del melancólico, experimenta un doble destino. Una parte de ella retrocede hasta la identificación, y la otra hasta la fase sádica, bajo el influjo de la ambivalencia. Este sadismo nos aclara el enigma de la tendencia al suicidio, que tan interesante y peligrosa hace a la melancolía…….. y comprobamos en la angustia de la muerte provocada por una amenaza de muerte, la liberación de un tan enorme montante de libido narcisista, que no comprendemos como el Yo puede consentir su propia destrucción”[5].

Pero esta no es la única característica de la patología melancólica, pues el melancólico, se alude a sí mismo de manera despectiva y al hacerlo alude despectivamente al otro[6], Freud se refiere al tema de la siguiente manera:

“El melancólico muestra, además, otro carácter, que no hallamos en la aflicción [duelo], es una extraordinaria disminución de su amor propio, o sea un considerable empobrecimiento de su Yo. En la aflicción [duelo] el mundo aparece desierto y empobrecido ante los ojos del sujeto. Este nos describe su Yo como indigno de toda estimación, incapaz de rendimiento valioso alguno, y moralmente condenable. Se dirige amargos reproches, se insulta y espera la repulsa y el castigo. Se humilla ante todos los demás y compadece a los suyos, por hallarse ligados a una persona tan indigna”[7].

Finalmente, la melancolía se transfigura como una patología sicótica, ya que, la supresión de la indiferencia es la supresión de la historia, pues esta ultima, es pura diferencia. En el Yo melancólico lo que desaparece es toda la historia, sobreviene la psicosis entendida como un habitar del ser, como algo por fuera del lenguaje.
“La peculiaridad mas singular de la melancolía, es su tendencia a transformarse en manía, o sea en un estado sintomáticamente opuesto …….. Resulta, pues, que en la manía, tiene que haber dominado el Yo la perdida del objeto (o la aflicción producida por dicha perdida o quizás al objeto mismo), quedando así disponible todo el montante de contracarga que el doloroso sufrimiento de la melancolía había sido atraído del Yo y ligado. El maniaco nos evidencia su emancipación del objeto que le hizo sufrir, emprendiendo con ansia, nuevas cargas de objeto”[8].

Cabe destacar que el autor no considera suficientemente precisa esta descripción, sin embargo, es la que disponía en la época. Por ultimo, vale la pena mencionar, la diferencia entre el melancólico y el celoso, pues bien, el melancólico es indiferente mientras que el celoso no lo es. No confundir el abrazo asfixiante con la destrucción, sino que, con la devoración. No hay angustia celosa, sino mas bien, manejos melancólicos descarnados.

Rodrigo Díaz.


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[1] Freud, Sigmund, “Obras Completas” IX, “Psicología de las masas y análisis del Yo”, cap., II “Metapsicología”, Pág., 178, Editor “Santiago Rueda”, Buenos Aires, Argentina, 1953.
[2] Ídem.
[3] Ob., cit., Pág., 179.
[4] Ob., cit., Pág., 181.
[5] Ob., cit., Pág., 185.
[6] Recordemos el ejemplo que Freud expone sobre la esposa que se cuestiona el “por que” el marido esta con ella si es una persona tan insignificante y un sin fin de características que, lo único que hacen es marcar las deficiencias del marido, es una auto crítica cuyo objetivo es criticar al otro – en este caso al marido – a través del rebajamiento de la propia persona.
[7] Ob., Cit., Pág., 179 y 180.
[8] Ob., cit., Pág., 186 y 187.